sábado, 12 de septiembre de 2009

Alegría

Se llamaba Alegría, era una rubia del montón. Arrastraba un carro equipado como cafetería móvil y seducía a todos. Y aunque no era la más guapa del mundo les juro que era más guapa que cualquiera, como decía la canción. Ella tenía una cola de caballo en su cabellera rubia que dejaba caer sobre una espalda perfectamente torneada en una camiseta corta y un jean de tiro bajo. –“Carajo con la Real Acadeia Española”- pensé, aún no había adjetivos para describir aquello. Era la tarde y la hora en que sol empezaba a marcharse dándole la espalda a este extraño mar austral, argentino e injustamente gélido. Volvía del puerto y nada parecía ser distinto a otros días, excepto porque en el auto sonaba música la radio que me invitaba dejar todo: esta vida normal para perderse detrás de ese carro de café, mientras la voz en off de aquella locutora le dedicaba un tema al "chino". Un código implícito dibujaba el triángulo infinito desde el eter, el chino y la rubia. Era el principio del fin y creo que todos lo sabíamos.

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